La FIFA hace aguas

El máximo organismo del fútbol internacional vuelve a estar en el punto de mira (sí, otra vez). Tras las polémicas elecciones de Rusia y Qatar como sedes de los mundiales 2018 y 2022 respectivamente, el pasado mes de noviembre se publicaba el conocido como ‘Informe García’, que apunta a posibles hechos irregulares durante el proceso de elección de candidaturas.

Desde el mismo nombramiento oficial de las sedes, la polémica rodeó a la FIFA. No se explicaba como candidaturas como la conjunta de Holanda y Bélgica, o las de Inglaterra o España, con prácticamente el total de las infraestructuras ya finalizadas, cayeron frente a la opción rusa, a la que ahora mismo le faltan 10 estadios por construirse.

Mucho más polémica aún fue la elección de Qatar. Un país de apenas 2 millones de habitantes y sin ningún campo apto para albergar un acontecimiento deportivo de esta magnitud, y en el que las temperaturas habituales en verano rozan los 50 grados, era escogido frente a otras sedes tan aparentemente sólidas y viables como Estados Unidos o Japón. Por no mencionar, por supuesto, la controvertida situación política del país catarí, en el que la democracia y el respeto a los derechos humanos está más que en entredicho.

En medio de toda esta polémica, la FIFA, para calmar las críticas, encargaba al exfiscal de Nueva York Michael García un informe sobre posibles irregularidades en el proceso de selección. En noviembre se publicaba un comunicado acerca del informe (por cierto, no publicado por la FIFA alegando cuestiones de confidencialidad) sobre el cual el propio Garcia ha denunciado “numerosas representaciones incompletas y erróneas de los hechos detallados en el informe”. El señor García afirma la existencia de patrocinios sospechosos y pagos inapropiados a altos directivos de la FIFA, como podemos ver en la noticia publicada en el diario El País el día 13 de noviembre de 2014.

Por ejemplo, en el informe se relata que los ordenadores utilizados por la candidatura rusa fueron destruidos, y que se le impidió el acceso al investigador a los correos electrónicos mandados por los máximos responsables de dicha candidatura. También se recogen testimonios de más de 75 testigos. Algunos, como el de Phaedra Al-Majid, quién trabajó en el departamento de prensa de la candidatura de Qatar, son escalofriantes. Al-Majid denunció en 2011 que representantes del comité catarí ofrecieron dinero a miembros de la FIFA dinero a cambio de votos. Ese mismo año retiró su denuncia al no contar con apoyo legal. El pasado año declaraba a la BBC lo siguiente: “vivo una nueva cultura de paranoia, miedo y amenazas. Soy madre soltera de dos niños, uno de los cuales es autista y discapacitado. A partir de ahora miraré detrás de mi espalda el resto de mi vida”.

El 16 de diciembre Michael García dimitió como investigador del comité ético de la FIFA, tras no ser admitida su reclamación contra la sesgada interpretación de su propio informe. “Luchar contra la cultura de la FIFA es imposible”, tal y como recoge el diario As, fueron sus palabras. La FIFA había ganado la batalla.

Centenares de nepalíes fallecidos en la construcción de los estadios cataríes en condiciones infrahumanas y de semiesclavitud, y más de 4000 que se esperan según la confederación sindical internacional. En el emirato no existen sindicatos y no hay salario mínimo. El rublo ruso se hunde y el país con él, y la mayoría de las infraestructuras aún no están ni empezadas. Dice el lema del máximo organismo del fútbol “For the game. For the world”. La vergüenza de los dirigentes de un deporte tan apasionante no tiene límites. Ya es hora de que se quiten la careta y el encabezado de su página web comience a rezar “For the money. For us”

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